Lo socioemocional en la escuela

22.09.2021

Por: Juan Gabriel Zapata Montero

El aprendizaje, que en este caso llevaremos al ámbito escolar o académico, se puede entender como un proceso cognitivo a través del cual las personas asimilan y se apropian de sus experiencias o las experiencias de otros, éstas se traducirán en habilidades y conocimientos nuevos, al mismo tiempo en valores, actitudes y reacciones de tipo emocional y comportamental (Ellis, 2005; Rivas, 2008).

          Podríamos plantear que este proceso parte de los estímulos externos (educación, las relaciones interpersonales, etc.) como proveedores de información, satisfaciendo sus necesidades gracias a la actividad y la comunicación, por lo cual la adquisición de un nuevo conocimiento genera cambios relativamente permanentes en la conducta como función de la práctica o la experiencia a la que lleva (Chong, 2014); cambios que también se evidencian a nivel estructural y funcional del cerebro.

          Eso quiere decir que el cerebro aprende ya que es flexible y posee una gran capacidad para responder a las múltiples respuestas del entorno (frase para resaltar) (Chong, 2014), exigiendo de las personas un mayor esfuerzo mental, involucrando al funcionamiento cognitivo para recibir, procesar y asimilar la información de las experiencias educativas y de la vida en general (Castillo, Gómez, & Ostrosky, 2009). Es por tanto que el aprendizaje no es solo la relación entre estímulo y respuesta, este engloba aspectos cognitivos, emocionales, motivacionales y sociales (Torre, 1993).

          Resumiendo, considero que el aprendizaje no es un proceso mecánico y limitado a la transmisión generacional de información, este involucra tanto al que aprende como al que enseña en una relación dialéctica-constructiva, relación que necesita ser fortalecida a través de un trabajo sistemático en las competencias socioemocionales, especialmente porque apuntan al desarrollo de capacidades para identificar y regular pensamientos, emociones y conductas, que puedan brindar; tanto a estudiantes como docentes, herramientas para percibirse a sí mismas (introspección); reconocer y manejar sus propias emociones (gestión emocional propia y de los otros) e involucrarse efectivamente con los otros en diferentes contextos (relación con el mundo) (Rendón, 2015; OECD, 2016, Instituto de Estadística de la UNESCO, 2016; BID; 2020), buscando aumentar la motivación al logro; la responsabilidad; la adaptación al cambio; el auto control y la persistencia en las propias metas, todas ellas habilidades que influenciaran positivamente al aprendizaje académico y a la vida.

          Para la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OECD, 2016) las habilidades socioemocionales se diferencian, en gran medida, de las habilidades cognitivas (como el cálculo, lectoescritura, la percepción y procesamiento de estímulos, etc.), principalmente al permitir a las personas traducir sus intenciones en actos; establecer relaciones asertivas y adaptar estilos de vida que les ayuden a mantener una buena salud física y mental, yendo un paso más allá del procesamiento puro de la información. Lo anterior no quiere decir que ambas (tanto las habilidades cognitivas como socioemocionales) se excluyan mutuamente, por el contrario, interactúan entre sí, retroalimentándose y mejoran aún más la posibilidad de que niños, niñas, adolescentes y jóvenes cuenten con mayor claridad y capacidades para regular sus emociones al hacer uso de estrategias de afrontamiento más eficientes, al igual que establecer proyectos de vida sólidos y con mejores resultados a futuro (Ruvalcaba et al., 2013; Rendón, 2015; OECD, 2016; Instituto de Estadística de la UNESCO, 2016; BID, 2020).

          Para la educación, y específicamente para el sistema educativo de un país como lo es Colombia (con su complejo entramado de poder, privilegios y conductas violentas generalizadas), la educación socioemocional debería ser un pilar fundamental y no un lujo que ciertas instituciones educativas de carácter privado se pueden permitir por sus robustas e infladas carteras, o guiado a través de simples guías de aprendizaje que se dejan a la deriva (colgada en una plataforma web); para que los docente u otros agentes educativos les encuentren y hagan uso de ellas (como pasó con la secuencia de formación en competencias socioemocional "paso a paso" del MEN y el Banco Mundial, que solo ha quedado en el papel).

          La formación en habilidades socioemocionales no debería considerarse un mero complemento en la planeación curricular del docente, ni estar desagregado de las competencias y objetivos que busca desarrollar el sistema educativo nacional, más bien; deberían considerarse base fundamental, tal como lo plantea Nicole Bruskewitz (2020) CPO de Coschool al decir que "trabajar las habilidades socioemocionales no ocupa parte del plato de la educación, sino que son el plato de la educación" (2020), palabras que apuntan a un principio fundamental, y es que lograr las metas o los aprendizajes netamente académicas no implica sacrificar la enseñanza de las habilidades socioemocionales dentro y fuera de las aulas de clase.

       La verdadera implementación de este tipo de modelo debe partir de una restructuración estructural (lo que involucra a todos los actores de la educación), partiendo del reconocimiento del docente como un agente fundamental del acompañamiento educativo, rol que debe ser fortalecido y acompañado desde las mismas instituciones universitarias, buscando cualificar al futuro maestro en habilidades tanto técnicas como sociales y emocionales, que les permita implicarse abiertamente con sus estudiantes en la búsqueda y construcción de conocimientos, así como participar activamente en el desarrollo de todas aquellas habilidades necesarias para la vida, dejando de lado el analfabetismo emocional en el cual han estado sumidos a lo largo de los años. Nuevamente vemos la necesidad de formar docentes inteligentes emocional y socialmente, con plena capacidad de ser conscientes de sus emociones y necesidades, con estrategias de afrontamiento eficientes para su propia gestión, de manera que puedan reconocer y ayudar a gestionar las emociones de sus estudiantes fuera y dentro del aula de clase (OECD, 2016; BID, 2020).

          Frente a esta necesidad tan latente, muchas organizaciones no gubernamentales y del sector privado (como la Corporación Social PAN, Coschool, Fundación Saldarriaga Concha, Fundación Bien Humano, Fundación Corona, entre otras) han comenzado a apostar por la implementación de modelos educativos donde el estudiante es el actor fundamental de su proceso formativo (agente activo), y el docente un guía par experimentado que puede orientar efectivamente la exploración, modelos que apuestan por el fortalecimiento y el desarrollo paralelo tanto de las habilidades cognitivas como las habilidades socioemocionales, que impacten positivamente en los entornos educativos, favorezcan la construcción de aprendizajes y que a futuro se traduzca en personas mucho más motivas; conscientes de sus emociones y responsables consigo mismos; con los demás y el mundo que los rodea.

Como fuente de profundización del tema, recomiendo ver:

Juan Gabriel Zapata Montero
Psicólogo


Referencias

Banco Interamericano de Desarrollo BID. (2020). Educar para la vida: el desarrollo de las habilidades socioemocionales y el rol del docente.

Castillo, G. Gómez, E., y Ostrosky, F. (2009). Relación entre las Funciones Cognitivas y el Nivel de Rendimiento Académico en Niños. Revista Neuropsicología, Neuropsiquiatría y Neurociencias, 9(1): 41-54

Chong, M. (2014). Aspectos neuropsicológicos del aprendizaje. Revista de educación, cooperación y bienestar, 4: 7-10

Coschool. (2020, 31 de agosto). Fórmula para planear una clase [Video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=iSqDje5gRXI&ab_channel=Coschool

Ellis, J. (2005). Aprendizaje Humano, cuarta edición. Madrid, España: Editorial Pearson Educación S.A.

Instituto de Estadística de la UNESCO. (2016). Habilidades para el progreso social: El poder de las habilidades sociales y emocionales. Traducción española del original OECD (2015). Skills for Social Progress: The Power of Social and Emotional Skills. Montreal: UIS.

Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico OECD. (2016). Habilidades Sociales y emocionales: Bienestar, conectividad y éxito. Montreal: UIS.

Rendón, A. (2015). Educación de la competencia socioemocional y estilos de enseñanza en la educación media. Revista Sophia de la Universidad La Gran Colombia, 11(2), 237-256.

Rivas, M. (2008, 01). Procesos cognitivos y aprendizaje significativo. Comunidad de Madrid. Recuperado de https://www.madrid.org/cs/Satellite?blobcol=urldata&blobheader=application%2Fpdf&blobheadername1=ContentDisposition&blobheadervalue1=filename%3DProcesos+cognitivos+y+aprendizaje+sign

Ruvalcaba, N., Gallegos, J., Flores, A. y Fulquez, S. (2013). Las competencias socioemocionales como factor protector ante la sintomatología de ansiedad y depresión en adolescentes. Revista Psicogente, 16(29), 55-64.

Torre, S. (1993). Aprender de los errores. El tratamiento didáctico de los errores como estrategia de innovación. Madrid: Editorial Escuela Española.

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